Las viejas bibliotecas de los abuelos siempre guardan para sí tesoros escondidos. Hace poco encontré un libro pequeñito, de hojas frágiles y un deslucido color, que debió ser blanco, y que hoy por cuenta de casi 80 años de haber sido publicado por Editorial Bedout en Medellín, se revela con la resistencia propia de quien se niega a desaparecer. Se trata de las Nociones de Instrucción Cívica, escrito por el sacerdote jesuita Muñoz Aristizábal: Nociones de Instrucción Cívica publicada en el año 1949. Se lee en sus primeras líneas que le “corresponde al ciudadano en cuanto tal, el conjunto de conocimientos necesarios al miembro de la sociedad civil, que goza de ciertos derechos y ha de cumplir ciertos deberes, precisamente porque ocupa en dicha sociedad cierto grado que se llama de ciudadanía”.
Esa ciudadanía que se eleva a grado de madurez dentro de la sociedad y que tiene para sí derechos y deberes, y que en razón a su conocimiento, cumple y defiende a cabalidad.
En Colombia la asignatura de “educación cívica” se eliminó del currículo escolar en 1984, con la idea de transversalizar, de repartir su enseñanza en otras materias como historia, geografía y ciencias políticas, dentro del área de ciencias sociales. Sin embargo, como ocurre en ciertos ejercicios de transversalización, cuando dejamos de llamar las cosas por su nombre, tienden a olvidarse y a dar paso a otros contenidos.
Lo cierto es que, tras décadas sin una formación cívica estructurada, se entienden, en parte, los bajos niveles de participación política, la tolerancia a la corrupción y el desconocimiento institucional.
Entonces, la idea de que no nacemos ciudadanos, sino que uno aprende a ser ciudadano, va perdiendo piso y nos encontramos en nuestro día a día con un panorama en el que afloran comportamientos en los que prima el “primero yo” y los demás miren a ver que hacen. Un escenario en el que la participación pasa por agotadoras invitaciones a sumarse a los procesos democráticos, cuando se desconocen los poderes públicos, las instituciones que hacen las leyes, las que las hacen cumplir y las sanciones por los desacatos. En otras palabras “esperamos ganar el partido sin conocer las reglas y las posiciones que podemos jugar”.
En países como Chile y México, Alemania, Francia e Italia, la educación cívica está en la parrilla básica de sus sistemas educativos, porque se asume como un ejercicio esencial para formar ciudadanos comprometidos y responsables. Si formamos nuevamente a los más pequeños, serán adultos con mayor capacidad para ejercer plenamente su ciudadanía, conociendo sus derechos, sus deberes y las formas de participar y fortalecer la democracia.