El odio no soluciona nada a nadie

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El odio es una poderosa fuerza opuesta y entrelazada con el amor. Ambos activan el putamen y la corteza insular, áreas del cerebro donde se procesan las emociones. Por resonancia nuclear magnética funcional, sabemos que el amor anula en la corteza prefrontal el sentido crítico (el amor es ciego), mientras que el odio activa el córtex cingulado anterior, asociado a la toma de decisiones planificadas y agresivas. La mitología, las leyendas, los poemas, las canciones, la filosofía, la sicología y la ciencia han descrito y descubierto los lazos indisolubles entre estas dos emociones capaces de desencadenar tanto la felicidad como la tragedia, emociones que han moldeado el destino de la humanidad.

Así como Neruda escribió: es tan corto el amor como largo es el olvido, Aristóteles ya había sentenciado que el odio es más duradero que el amor, pues surge de la ira, la cual es muy fácil de despertar y Freud propuso que el odio pudiera ser tan solo una transformación del amor, como bien lo recuerda la mitología en el amor de Medea por Jason convertido en odio o en la leyenda de Tristán e Isolda. Pudiera decir, que a veces, el odio muestra la ira de la debilidad. “Ódiame por piedad yo te lo pido…odio quiero más que indiferencia” cantaba Julio Jaramillo.

El futbol y sus aficionados ejemplifican de manera magistral los dos sentimientos de odio y amor, pues aquellos seguidores de un equipo que trascienden a fanáticos desarrollan un verdadero e intenso amor por una camiseta y una divisa. Los fanáticos no aman al futbol sino a sus equipos con la misma intensidad que odian al rival de la misma ciudad o región, a modo de ejemplo Atlético Nacional versus Deportivo Medellín, Bucaramanga versus el Cúcuta en otros tiempos. Muchos están dispuestos a matar y hasta morir por su equipo del alma, pues les llena el vacío de la no pertenencia, la discriminación, la exclusión o simplemente por la frustración hoy generalizada.

El odio como herramienta política, ha sido usada en todos los tiempos por su eficacia y facilidad de provocar: Mussolini, Hitler, Orbán, Bolsonaro, Millei, Trump, entre otros, han usado el odio como palanca para sus intereses en la política, no obstante que puede destruir la gobernanza y la historia como bien lo sugirió Maquiavelo.

Es bueno preguntarnos por qué pensamos lo que pensamos como individuos. Por qué odiamos lo que odiamos. Por qué no dejar de odiar abandonando el discurso patriarcal y discriminador. No es fácil, pero los humanos lo hemos logrado muchas veces. El odio es el fin del progreso.

Jaime calderón Herrera

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