El Cañón del Chicamocha (V)

Los paisajes naturales suelen ser percibidos por los seres humanos como escenarios invariables y fijos, es decir, nuestras montañas, valles y cañones, parecen haber estado siempre ahí, donde hoy los vemos, sin cambio y sin movimiento alguno. Esa falsa percepción es comprensible, especialmente si consideramos el efímero tiempo de la vida humana.

Concebir un proceso muy lento, pero prolongado en tiempo, suele ser algo inusitado en nuestros pensamientos instintivos. Sin embargo, por más inverosímil que parezca su comprensión, es factible con cierto grado de contra intuición. Pues bien, algunos movimientos naturales, como el desplazamiento de las placas tectónicas de nuestro planeta, suele ser tan minúsculos que, en promedio, varía entre 4 y 5 centímetros por año (valores próximos al crecimiento de nuestras uñas durante ese mismo tiempo), es decir, se desplazan a velocidades significativamente menores que nuestros hipérboles habituales de lentitud: las tortugas o las babosas de jardín.

La velocidad de las placas tectónicas parece despreciable, pero cuando actúa durante millones de años, entonces podemos comprender su real impacto. Por ejemplo, a 5 centímetros por año, recorrer 500 km (distancia lineal entre Bogotá y Montería), tardaría unos 10 millones de años. Ahora bien, el tema es que las placas tectónicas no migran libremente; algunos de sus bordes sufren colisiones constantemente. Por eso, además de los desplazamientos referidos, también hay deformación en esos bordes convergentes de placas, dando paso a la formación de montañas y reactivación de fallas, entre otros procesos geológicos. Esa es la realidad fáctica de nuestro dinámico planeta; por consiguiente, aquellos paisajes que nos parecían invariables y fijos, en realidad son cambiantes y móviles.

El Cañón del Chicamocha es un paisaje excepcional por su diversidad geología, pero también por su riqueza biológica y cultural. Su formación se dio en ese contexto de choque entre placas tectónicas (Caribe, Nazca y Sudamérica), especialmente en los últimos 12 millones de años (durante la denominada Orogenia Andina). En el marco de ese proceso se reactivó el sistema de fallas Bucaramanga-Santa Marta (estructura de unos 600 km de longitud), y la trituración de sus rocas aledañas. La erosión hídrica, adicionalmente desarrollada en el tramo sur de la falla (de 150 km de longitud), reforzó el desgaste de las rocas, con la consecuente formación del cañón. Mundos fosilizados antiguos, con más de 1000 millones de años de historia geológica, fueron socavados en el marco de los procesos mencionados, ofreciendo una valiosa información sobre el pasado de nuestra casa común. De ahí el gran valor científico, educativo y estético del Cañón del Chicamocha, y su importancia como sello de identidad de nuestro territorio ante el mundo.

Luis Carlos Mantilla Figueroa en colaboración con Francisco Velandia.

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