Hace algo más de veinte años, mi amigo Víctor Hugo me propuso escribir una columna de opinión para Vanguardia Liberal. Al principio tuve dudas, pero el aliento de Donaldo me animó a presentar mi solicitud a Sebastián Hiller, director del periódico. Él, de manera amable, me indicó que enviara una columna y, si la consideraba adecuada, la publicaría. Desde entonces, mi gratitud con la familia Galvis Blanco, con los sucesivos directores y directivos, con Melissa García. Ellos me han permitido expresarme con libertad, algo que no siempre es sencillo cuando se escribe sobre papel ajeno.
Las columnas que me han publicado durante varios lustros responden a la humilde creencia de que tengo algo que decir, muchas veces con el coraje necesario para someter mis ideas al juicio público, aun sabiendo que muchos lectores pueden pensar de forma muy distinta. No siempre comparto mis propias apreciaciones ideológicas y filosóficas. En ocasiones, prefiero divulgar conocimientos científicos que obtengo de mis lecturas sobre tecnología, ciencia, sociología y medicina. Estas lecturas me han evitado la sensación de quedarme alguna semana “descolumnado”, un término acuñado por alguien a quien aprecio y admiro desde el otro lado de la quebrada.
Leer y escribir han sido para mí formas efectivas de aprender, conectar y crecer. La columna me ha exigido esforzarme por expresar mis ideas de manera concisa y clara, sin lograrlo muchas veces. Desafiar prejuicios, analizar con profundidad antes de divulgar, crear el hábito de hacerlo regularmente, conectarme con la comunidad de lectores y recibir retroalimentación, todo ello me obliga a procesar emociones complejas y reflexionar sobre ellas.
La magia de escribir una columna se manifiesta cuando creo tener una idea clara sobre un tema, pero al intentar plasmarla por escrito, descubro que es incompleta o carece de suficiente sustento. Esto me obliga, en muchas ocasiones, a validar mis opiniones antes de compartirlas.
La responsabilidad de opinar en una columna está unida al propósito de influir en otros, no se trata solo de expresar un pensamiento. Se requiere rigor argumentativo, coherencia, buena fe y respeto tanto por los lectores como por el medio que publica la columna. En reciprocidad al diario, el columnista genera debate, controversia, aporta su credibilidad y prestigio y atrae lectores.
Próximamente, mi columna partirá como un barco de papel, con su velamen de ilusiones y anhelos, como expresó Amado Nervo, buscando el regreso cuando los vientos me retornen a este querido puerto, como es mi deseo.
Jaime Calderón Herrera

Cordial saludo apreciado compañaro JAIME…muchos éxitos con su postulación el SENADO No. 45 en las elecciones del 26 de octubre y estoy seguro que somos miles los que te conocemos y admiramos tu talante, tus convicciones y compromiso con le ética y temas de la región . Invitaremos a todos los amigos posibles a que consideren tu nombre y voten por el número 45 el domingo 26 de octubre, para que quedes en un puesto posible para el Senado de la República.