La ruta de la seda y de la paz

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Fuimos, hasta el descubrimiento de América, un continente ignorado y aislado del intercambio cultural y comercial que existió entre Oriente, Europa y África, gracias a una red de caminos terrestres y marítimos que conectaron el este de Asia con el Mediterráneo. Esta red fue conocida como “La ruta de la seda”. No solo se comerciaba seda, considerada de mayor valor que el oro, sino que, tras el comercio, se intercambiaron culturas, ideas, religiones, tecnología y enfermedades.

La ruta de la seda permitió la expansión del budismo, del islam y del cristianismo, pues para entonces, tanto árabes como asiáticos, fueron abiertos a permitir creencias diferentes y muchas veces desarrollar un sincretismo religioso.

Marco Polo al regresar de su largo viaje por el oriente lejano, transmitió sus conocimientos adquiridos, a su compañero de prisión, el escritor Rustichello, cuya publicación de “El libro de las maravillas del mundo”, despertó la codicia europea e inspiró las expediciones, el colonialismo y los despojos a través de la fuerza de las armas.

El declive del imperio mongol, unido al poder marítimo europeo, la conquista de América y la peste negra, dieron al traste con la importancia geopolítica y comercial del mediterráneo y de la ruta de la seda.
En la actualidad, un poder al estilo del mongol: el americano y el europeo, con inmenso poderío militar, pero cultura decadente, afronta el reto de un poder emergente que cuenta con una cultura milenaria sustentada en la cohesión social, además de un poderío militar equivalente. Ese actor propone la estrategia de “El cinturón y la Ruta”, que, mediante la construcción de infraestructura moderna en Asia, Europa, África y Latinoamérica, busca fortalecer el comercio con énfasis en el Sur, mejorar el acceso a recursos estratégicos, exportar excedentes, importar alimentos, y, por ende, potenciar su influencia geopolítica. A diferencia de la ruta antigua, ésta es el resultado de una cuidadosa planeación estatal desde hace cuarenta años y que hoy conecta a 141 países que representan la mitad o más del Producto Interno Bruto mundial.

Ante esta exitosa estrategia, los americanos (entiéndase USA) con sus aliados en Israel, Europa y Medio Oriente, proponen la guerra mundial. Corrientes religiosas apoyan, con apego a sus ideas, la estrategia apocalíptica y la esperada llegada del nuevo mesías. Cuatro o cinco Noé contemporáneos, tienen listas sus arcas, (como el avión americano denominado “apocalipsis” con autonomía de vuelo casi indefinido), con pasajeros escogidos para repoblar el planeta.

La paz romana, mongólica, americana o sionista, es la del apilamiento de cadáveres. La paz de los pueblos es su propia responsabilidad.

Jaime Calderón Herrera

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