Lo que no es de nadie

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¿Les suena alguna de estas quejas?  El bus nunca pasa a tiempo, la basura lleva días sin recogerse, el parque está lleno de maleza, no hay quien escuche en la alcaldía, el barrio está inseguro, el centro está sucio, la gente ya no saluda, el tráfico es un caos, esto ya no tiene arreglo.

A mi casi todas.  Recordé entonces cuando estudiaba en el colegio y escuchaba acerca de la “sociedad civil” y el poder que tenía para promover cambios y soluciones.  ¿Quién o quiénes la conforman?  Pues cada uno de nosotros, los ciudadanos de a pie, y que hoy como quien ve llover, llegamos a aceptar como parte del paisaje el deterioro de la ciudad y en esa misma sintonía la normalización de comportamientos que afectan la convivencia y el bienestar.

Resulta que hoy esa misma sociedad civil tiene un reto superior:  transformar nuestro entorno.  Entendiendo que su fuerza radica en la cooperación, la persistencia y la capacidad de inspirar a otros con el ejemplo.

En los últimos años, Bucaramanga ha vivido experiencias valiosas de participación por parte de sus ciudadanos. Ejemplos como las movilizaciones para defender el páramo de Santurbán, la vigilancia sobre los recursos públicos, o las iniciativas barriales para mejorar la seguridad y la convivencia, han demostrado que cuando las personas se organizan y se hacen oír, la ciudad cambia.

Uno de los casos más inspiradores es el de colectivos juveniles y culturales que, desde las comunas más afectadas por la falta de oportunidades, han creado espacios de expresión artística, educación alternativa y diálogo comunitario. A través de murales, encuentros literarios, proyectos de reciclaje y huertas urbanas, estos grupos no solo intervienen su entorno, sino que fortalecen los lazos sociales y promueven una cultura de respeto y colaboración.

Asimismo, la mirada ciudadana en la política local es fundamental porque es allí donde se toman las decisiones que más nos afectan: el transporte, el manejo de residuos, la educación, la seguridad. Cuando la ciudadanía se involucra, las decisiones son más justas, consensuadas, más transparentes y efectivas. Además, se fortalece la democracia, se reducen los niveles de intolerancia y se construye una ciudad más habitable para todos.

El reto es enorme. Comienza por dejar de mirar a nuestro alrededor como parte de un paisaje ajeno a nosotros, como “lo que no es de nadie”, para pasar a preguntarnos: ¿y si convocamos?, ¿y si proponemos?, ¿y si esta vez no lo dejamos pasar?

María Ximena Mantilla Macias.

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