La capa más superficial de nuestro planeta recibe el nombre de corteza terrestre, se trata de un rompecabezas con retazos de mundos pretéritos, algunos sepultados en sus entrañas, otros desenterrados por procesos naturales y que sirven de tapiz al mundo actual. Con el paso del tiempo, una parte de nuestro mundo actual también quedará sepultado en las profundidades de la Tierra, tal como ha ocurrido con los mundos anteriores que existieron en diferentes tiempos, durante sus casi 4600 millones de años. Esperamos que estas líneas no generen agitación emocional en los lectores, dado que estos procesos naturales son lentos e imperceptibles en una vida humana. Los retazos de mundos fosilizados suelen estar delimitados por notorias cicatrices que evidencian perturbaciones catastróficas, o simplemente por marcas tenues de los cambios naturales que, progresiva y lentamente, sustituyen los escenarios naturales precedentes. Las perturbaciones referidas, reconocidas en la historia geológica de nuestro planeta, han sido desencadenadas por procesos tanto internos como externos, los cuales actúan cómo verdugos naturales con función dual (aniquilan y construyen nuevos escenarios naturales). Entre estos destacan la actividad volcánica, los cambios climáticos, los impactos meteoríticos, las glaciaciones, los terremotos, la erosión y la formación de relieve con cordilleras y cuencas sedimentarias, entre otros procesos naturales de nuestro planeta y de nuestro vecindario cósmico.
En el Cañón del Chicamocha, tirillas o porciones de esos retazos de mundos pretéritos fosilizados, están expuestas a la mirada escudriñadora de un organismo bípedo reciente, espoleado por su curiosidad innata de explorar e indagar sobre sus propios orígenes: nosotros, los Homo sapiens. Estos antiguos retazos conforman una gran biblioteca al servicio de la humanidad, la cual contiene las evidencias del pasado de nuestro hogar común, escrita en los símbolos del lenguaje de los minerales, los fósiles, las rocas y otros materiales geológicos. Usando otra metáfora, podemos decir que en esos materiales geológicos tenemos el registro de la historia clínica de nuestro planeta. Por esta razón, un examen y diagnóstico de esos mundos que existieron antaño en nuestro planeta, ofrece una gran oportunidad para explorar y conocer nuestro pasado profundo, para generar consciencia sobre la fragilidad de nuestro paradisiaco mundo, y para comprender la enorme responsabilidad de los seres humanos con el futuro de nuestro planeta.
El Cañón del Chicamocha es un importante escenario natural para una peregrinación a nuestro pasado común. Sus mundos fosilizados, junto a su riqueza natural y cultural, son elementos de identidad territorial que deben servir para cohesionar aún más a sus comunidades y para estimular iniciativas que redunden en nuevos proyectos de desarrollo económico sostenible para el territorio. Esta riqueza natural y cultural, gestionada entorno a ejes sustanciales como la educación, la investigación, el turismo responsable y la conservación de su riqueza natural, abren camino para que el Cañón del Chicamocha logre ser reconocido en el futuro como Geoparque Mundial de la UNESCO.
Luis Carlos Mantilla Figueroa y en colaboración con Giovanny Jiménez D. y Francisco Velandia P.