Una de cada mil personas nacidas en Colombia llega al mundo con alguna malformación en el corazón. Algunas de estas afecciones son extremadamente complejas y difíciles de tratar, mientras que otras presentan menos complicaciones. Actualmente, la tecnología y la medicina han avanzado hasta ofrecer soluciones exitosas para muchas de estas tragedias familiares, pero en los años ochenta la realidad era muy distinta.
Mientras en Bogotá los hermanos Camilo y Reynaldo Cabrera, y en Medellín Alberto Villegas, Mario Montoya y Nelson Giraldo se esforzaban por crear alternativas institucionales y financieras para abordar este problema, en San Gil el doctor Roberto Quiroz Diaz recorría el país diagnosticando casos en las poblaciones más vulnerables. Quiroz también buscó apoyo en la filantropía de artistas estadounidenses, quienes financiaron tratamientos en hospitales reconocidos de Nueva York y Hershey para niños provenientes de países en desarrollo.
De este esfuerzo nació el programa Corazón a Corazón, iniciativa que inspiró al médico rural Víctor Castillo. Tras finalizar su especialización en Cirugía General, Castillo se planteó el reto de fundar una institución en Santander que elevase la cardiología y la cirugía cardiovascular al más alto nivel de excelencia. De manera simultánea Virgilio Galvis impulsaba la Foscal dándose un apoyo mutuo.
Como resultado de estos esfuerzos, hoy existe el Hospital Internacional de Colombia, que destaca por sus institutos especializados, entre ellos el cardiovascular, motivo de orgullo nacional.
Detrás de los logros colectivos, estuvo Guillermo Alfonso Jaramillo, actual ministro de Salud. Jaramillo fue clave en la transferencia de tecnología desde Suecia y en la captación de recursos económicos. Convenció a los doctores Hockan y Svenerik, así como al ingeniero Lundqvist, para que se trasladaran a Floridablanca como profesores invitados y así fortalecer el servicio de cardiopatías congénitas. Estos expertos suecos compartieron durante meses su conocimiento y tecnología con los profesionales locales.
Jaramillo también se preocupó por el aspecto financiero. Gracias a su cercanía con el entonces presidente Ernesto Samper, logró que la Fundación Cardiovascular del Oriente Colombiano fuera reconocida por sus avances en formación y tecnología, permitiendo su contratación por el Instituto de los Seguros Sociales y haciendo realidad el sueño de Quiroz, Castillo y muchos otros.
Sin la contribución de Guillermo Alfonso Jaramillo, la actual Fundación Cardiovascular de Colombia (hoy Hospital Internacional de Colombia) no habría alcanzado el prestigio del que goza actualmente, motivo de orgullo para todos los santandereanos. La tenacidad, visión y calidad humana del ministro merecen nuestro reconocimiento y gratitud. Por ello, hago un llamado a la Cámara de Comercio, a las autoridades locales y departamentales, y a las instituciones democráticas para que se concrete un homenaje que salde la deuda de todos los santandereanos con este gran tolimense y con los profesores suecos que tanto aportaron.
Jaime Calderón Herrera
